Retrato de Joaquín Rodrigo en Salzburgo, en la época en que compuso el Concierto de Aranjuez.
En Septiembre de 1938, pasaba yo por San Sebastián camino de Francia. (...) El Marqués de Bolarque nos reunió a comer a Regino Sainz de la Maza y a mí. Se comió bien, y no se bebió mal; el momento era propicio a las fantasías y audacias. (...) De pronto, Regino, con ese tono entre voluble y resuelto que tan bien le caracteriza, dijo:
–Hombre, has de volver con un concierto para guitarra y orquesta– Para enternecerme, añadió con voz patética: –es la ilusión de mi vida– y, para hacerme, como ahora se dice, la pelotilla, continuó: –Eres el llamado a hacerlo, algo así como 'el elegido'.
De nuevo en París, el matrimonio Rodrigo se plantea el retorno definitivo a España, cuando el país estuviera por fin en paz.
El 1 de abril de 1939 terminaba la guerra civil española. Rodrigo recibió una carta de Manuel de Falla en la que le proponía un puesto de Catedrático de Música en la Universidad de Granada o de Sevilla. Por su parte, Antonio Tovar le ofreció un puesto en el Departamento de Música de Radio Nacional, en Madrid. Y optaron por la segunda oferta.
El 3 de septiembre, dos días después de estallar la Segunda Guerra Mundial, cruzan la frontera española. Apenas sin equipaje, traían consigo el manuscrito en braille del Concierto de Aranjuez.